miércoles, 16 de diciembre de 2009

Fic (?)- Capítulo 03

Después de pasar la frontera nos hicieron presentar nuestras documentaciones y demás papeles. Una vez unos extraños guardas vestidos de forma muy antigua, la verdad que podíamos esperar, comprobasen que de verdad éramos miembros de la corriente no hicieron pasar a un edificio de estilo barroco.

Dentro de aquel edificio de fachada abarrotada de ornamentos tallados en una piedra blanca que nunca antes había visto en mi antigua ciudad no hicieron pasar un control. Era el control de aclimatación. En el pasaríamos unos 3 días ‘’aclimatándonos’’ a los aspectos más básicos del Romanticismo Tardío.

El edificio por dentro era toda una maravilla, supuse que para impresionar a los recién llegados, ofreciéndoles una vida llena de lujos y edificios majestuosos. Más tardé descubriría que estaba en lo cierto, al menos en parte. Pero, esos lujosos pasillos, decorados con tallas en las paredes y pinturas al fresco, esos pasillos tan largos y hermosos… Mi madre estaba que no cabía en sí de gozo. Todo lo que había soñado se veía suprimido por la belleza de las salas de té y los corredores.

Mi hermana, ni estaba impresionaba por la magnificencia que nos rodeaba ni estaba contenta con su adaptación al medio. Lo primero que nos hicieron hacer fue deshacernos de nuestro coche. No es que fuese una maravilla de coche, lo normal, trabajaba con energía eléctrica y solar combinada con un motor de hidrógeno obtenido a partir del agua. No era ninguna maravilla. Pero a mi padre le costó mucho deshacerse de él. Fue su primer y único coche, un regalo de fin de carrera cortesía de sus padres. Aunque no tenía que destruirlo aquello de dejarlo tras se le hizo muy duro.

En segundo lugar fueron nuestras ropas. Nos llevaron a cada uno a un cambiador donde nos esperaba un ‘’mayordomo’’ y una ‘’criada’’ con nuestros nuevos atuendos. La criada, preparo la ropa y salió. Entonces el mayordomo recogió mi ropa modernista y…. la quemó. Creo que ese momento se pudieron oír los gritos de mi hermana por toda el ala este del edificio. Imaginaos la desgracia que supuso para ella que quemases sus zapatillas de marca su minifalda de 300 LEOS, su camiseta preferida, para ella eso fue lo que la puso en contra totalmente de ese cambio de vida.

Después de una insufrible hora descubriendo como se ponían correctamente aquellas prendas salí del cambiador agotado. Recorrí el camino (casi kilométrico) hasta nuestros dormitorios y me encontré con mi padre. Al parecer a las mujeres de la familia les estaba costando más de lo previsto aprender a ponerse los vestidos. Me senté cerca de la ventana y después de meditar un rato sobre todo lo que estaba pasando, me gi´re y miré atentamente a mi padre que estaba haciendo cuentas con nuestro dinero. En nuestro antiguo mundo no seríamos una familia con un gran poder adquisitivo, pero visto como se pagaba allí el LEO, empezábamos con muy buen pie.

Fue entonces cuando me levanté y me miré al espejo. Oye, aquel traje no me quedaba nada mal y a mi padre tampoco, bueno, a él un poco peor. Pero yo, yo parecía algo en nunca en mi vida había visto paseándose por las calles del barrio. Parecía superior. Parecía más inteligente, más rico y más educado de lo que había sido nunca. Me gustaba aquello.

Y en medio de esa tranquilidad momentáneo en la que mi padre eufórico repetía la cuentas una y otra vez viendo lo que valían nuestras posesiones en aquel país y yo me daba cuenta de que podía dejar mi ex -futuro a un lado, un grito y un golpe anunciaron la llegada más temida. La de mi madre y mi hermana.

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